El vino de La Oliva viene de aquellos monjes que hacia el año de 1143 empezaron a cultivar los campos circundantes al monasterio y transformaron las áridas tierras en floridos vergeles.
Plantan, entonces, los primeros viñedos y de estas vides extrajeron con esfuerzo y trabajo artesanal unos agradables caldos que ofrecían a los visitantes que buscaban descanso entre los muros monacales.
En este monasterio de la vieja Europa todavía se guarda y se hace un excelente vino que al igual que 900 años atrás se sigue elaborando de forma artesanal. Un vino ideal para acompañar cualquier comida, especialmente sabrosas carnes y apetetosa caza.
De nuestras colmenas
Trabajando
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