Amar es servir


Dom Isaac Totorica Izaguirre entregó su alma al Señor el 28 de julio de 2020, tras padecer un agresivo cáncer de riñón del que no pudo recuperarse tras ser intervenido quirúrgicamente.

 

La consternación, dolor y aflicción de la comunidad contrasta con la convicción de que su regreso a la casa del Padre y el inestimable ejemplo de sacrificio y entrega deja una profunda huella en sus hermanos, familia y amigos.

 

“Amar es servir, comentaba con frecuencia a sus novicios, dando él testimonio cada día de la caridad cisterciense.

Natural de Ermua (Bizkaia) tomó el hábito de novicio en 1993 y tras una prolongada estancia en el Monasterio de Zenarruza, fue ordenado sacerdote en 2007. Desde finales de 2009 ejercía el cargo de Abad en el monasterio de La Oliva.


El P. Isaac Totorica Izaguirre nació en Ermua (Vizcaya) el 3 de junio de 1961.

 

Ingresó en La Oliva a través de Zenarruza el 14 de marzo de 1993.

Comenzó el noviciado el 15 de agosto de 1993.

 

Fue a Zenarruza en 1994.

Hizo su profesión simple el 15 de agosto de 1995.

Hizo su profesión solemne el 31 de julio de 1998.

 

Fue ordenado sacerdote el 8 de diciembre de 2007.

Fue elegido prior titular de Zenarruza el 8 de enero de 2009.

Fue elegido abad de La Oliva el 15 de diciembre de 2009.

 

Rogamos una oración por su eterno descanso y nos acogemos a su intercesión.

 

Los hermanos de Ntra. Sra. De La Oliva



Isaac, te han llamado en un vuelo de viento claro

más allá de las estrellas, hacia el infinito.

 

Has partido hacia la tierra de los buenos y de los justos,

pero te veo en la viña que madura acompasada a tu sonrisa.

 

Te siento en el rincón orante de tu corazón,

te oigo en el canto nocturno que anuncia la mañana,

eres memoria en la vida que nos has dejado

y un abrazo de esperanza lleno de recuerdos.

 

Estás tan cerca, y tan lejos,

tu huida nos ha vaciado, y hoy nos invade tu silencio.

 

En ese silencio te dejamos junto a Dios

para decirte, que reposarás en la cálida tarde

primaveral de nuestros corazones.

 

Y que cada uno de nosotros guardamos:

En la memoria, tu sonrisa.

En la memoria, tus ojos.

En la memoria, tus gestos.

En la memoria, tu fe.

En la memoria tu canto.

En la memoria, tu abrazo…

 

En el recuerdo por siempre y para siempre.



El rayo de luz atraviesa el rosetón medieval y unas sombras deslizan en la penumbra, mientras un canto eleva sus notas a Dios entre las columnas de un hermoso claustro.